domingo, 26 de septiembre de 2010

Pepe

Cristian y Pepe eran inseparables; al menos eso creía Pepe. Una cosa era cierta: eran muy amigos. Sin embargo, una tercera persona podría afirmar, sin lugar a dudas, que Cristian era el líder. Esto era indiscutible. Pepe lo seguía a todos lados. Era casi su sombra, lo quería mucho, pero sobre todo lo admiraba, lo miraba siempre con devoción.

Igualmente, Cristian era buen amigo. Muchas veces le compraba regalos, y una riquísima comida que Pepe no tenía ni idea de quién la hacía ni cómo, pero le encantaba.

Era muy habitual ver a Pepe dormir con Cristian en el cuarto; el segundo en su cama, Pepe en un sillón, le resultaba más cómodo. No charlaban mucho antes de dormir; en todo caso, Cristian le contaba cosas que le habían pasado en el día, mientras el otro lo escuchaba atentamente.

Un día nefasto, estaban paseando por el barrio, y Cristian cruzó imprudentemente la calle, cuando vio a un camión yendo rápido hacia él. Ladrando, Pepe lo empujó, sacrificándose: su amigo cayó a un lado, quedando a salvo, mientras el otro quedaba frente al vehículo, que iba hacia él a toda velocidad.

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