miércoles, 23 de noviembre de 2011

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Prohibidos los suspiros. Prohibidas las emociones. En la empresa en la cual trabajaba, no te dejaban llorar. Ni hablar de tus problemas, ni de tus aciertos. No te permitían nada más que trabajar, trabajar, trabajar.

Obvio que no había un cartel gigante que decía "¡PROHIBIDO EXPRESARSE!", así en mayúsculas y con signos de exclamación. Pero que te miraban mal si eras diferente, eso sí lo hacían.

Eran todos como robots. Entraban, metían la tarjetita, buenos días al encargado (ni sabían su nombre), se metían en el cubículo, trabajaban trabajaban trabajaban, se iban. A fin de mes les daban la plata justa para que además de comer y vivir, la esposa se pudiera comprar aritos de fantasía y sales del mar muerto, los hijos tuvieran el último juego super violento así se volvían un poco más locos, y las hijas un vestido más corto así se vestían un poco más putas.

Esas basuras no trabajaban por la guita, ni por el laburo en sí. Lo hacían porque les gustaba sufrir, les encantaba sentirse encadenados. Si lo único que faltaba era que en la empresa les pegaran ¿Se imagina? Cada tres horas, una piña. Los martes ración doble. Los viernes en vez de informales eran días de látigo.

Yo trabajaba para poder pagar mi alquiler y nada más. Vivo en un departamento demasiado chico para mí y mi vieja, que anda medio enferma del corazón. Sé que es medio cliché pero así estoy. La plata que gano se la doy toda a ella. Si me sobrara algo, lo daría a beneficencia, lo juro. Soy re buena persona. Pancito de dios me decían de chico. Dios santo, doctor, si yo siempre ayudo a la gente, nunca me doy placeres, nunca me compro nada. Y ese trabajo era lo único que tenía para ayudar a mi pobre mamá. Aunque fueran todos unos forros y nadie te diera la mano ahí dentro, al menos el laburo me daba de comer. Aunque de 9 a 5 perdiera mi humanidad, algunos mangos hacía.

Cuando el doctor, no doctor del bocho como ud. , sino doctor doctor, me dijo que había que abrirla para arreglarle los ventrílocuos o algo así, y que iba a costar 3000 dólares, bueno, hice lo que debía.

No, ahí no fue cuando lo maté. Ahí fue cuando empecé a robar. Y cuando el botón de Limpieza me agarró llevándome los parlantes del boludo de Reyes, yo sabía que se lo iba a contar a mi jefe ¡Y tuve que matarlo! ¿Usted no habría hecho lo mismo? Yo no soy una persona violenta, doctor, todos lo saben. Soy bueno y generoso, y nunca pienso en mí mismo, ya se lo dije. No lo hice por venganza ni de sádico. No me mande al manicomio, no estoy loco. Sólo soy un estúpido por no haber escondido el cuerpo.