sábado, 28 de septiembre de 2013

Jesús del espacio exterior

 Nuestro planeta no es el único. Hay otros donde también hay bares, boliches, sexo; pero no todo es igual.
  A mí me costó aceptar (ya que nunca me lo podría haber imaginado) que la raza dominante del planeta X no tenga solamente dos géneros sino tres. Y que este otro mundo tenga diez, y que las reglas genéticas para procrear allí sean tan bizarras y distintas a las nuestras, pues para ello se necesita el código de, numerándolos de cierta manera, tres sexos impares cualesquiera o los cuatro de índice par que no son el número diez, pobrecito este último, tan marginado. (Y no me pregunten cómo se logra esto; no pienso divulgar la intimidad sexual de nadie, aunque sea increíblemente interesante desde el punto de vista biológico).
 Después de unos días de lectura y observación entendí que sean cómo sean los miembros del grupo de progenitores, los hijos engendrados pueden llegar a adoptar cualquiera de los géneros. Pero basta de reglas genéticas; hablemos de las sociales que por construcción o decisión divina (o por una casualidad de proporciones bíblicas), en los planetas que conocí convergieron a lo mismo que en el nuestro.
 La gente correcta de ese mundo, así como algunos de acá, saben y repiten que el sexo por diversión o, más aún, el amor entre un conjunto de seres que no pueden fabricar un nuevo siervo de esta vida tan democrática y justa, es amoral, improductivo e incluso falto de total sentido.
 Estemos contentos de que acá, hoy, tengamos bastantes chances de ser felices, pues gracias a D's el ser humano dejó de prohibir las uniones interraciales, para ver con malos ojos y hacia abajo solo al homosexual (hago una mención aparte al repugnante caso de personas cuya diferencia de edad supera el máximo permitido por, bueno, Ellos).
 Aquí en este hermoso futuro destino turístico, estos aliens, para ser infelices pero pensando que son lo contrario, tienen que reprimir y anular la gran mayoría de sus sensaciones y callar y mutilar una parte importante del órgano que usan para razonar. Obedecen más que sienten, pero bueno, allá ellos y sus cuasi matrimonios arreglados tan del siglo XVIII de la Tierra.

 Algún día los llevaré de visita, si logramos de una vez por todas una libertad real en todo aspecto, y nos dejamos de preocupar por el qué dirá dios, o los que se creen él ¿Cómo podemos permitir que alguien nos imponga cómo vivir? ¿No se dan cuenta que el gran objetivo de toda esta represión social es que sigamos callados y que los que ostentan el poder lo sigan teniendo? ¿Que al ir dándonos derechos muy de a poco (y sacándonos otros cuando no nos damos cuenta) nos pueden tener encadenados por tiempo indefinido?

Al menos no nos gobiernan los líderes de ese mundo tan distinto y lejos del nuestro, en el que por suerte sufrimos bastante menos que ellos.