miércoles, 31 de octubre de 2012

Poema 315


Tengo miedo de ser hombre
desprovisto de color.
Ir avanzando en las tinieblas
en busca del horror.

La gente alegremente
intenta espantar a la muerte.
Consumen, consumen,
y son inmortales con suerte.

Temo ser una persona
que al sentirse muy sola,
se quede con la primer pareja que tenga,
porque es la única que le da bola.

Voy a ser quien viva
cambiando día a día
reinventándose a mí mismo
sin una personalidad mía.

No quiero estancarme.
No quiero aburrirme.
Morir es perder,
yo nunca voy a irme.

Muchas veces te enamorás
y pensás que la perfección existe,
pero no la vas a encontrar,
ya es tarde, moriste.

domingo, 21 de octubre de 2012

Poema 314


Usando como espejo retrovisor
(porque el real estaba roto)
mis anteojos cansados,
metí el auto en el garage,
mi persona en mi casa,
mi cuerpo en la cama,
y mi pene en mi esposa.

Quitándome el cansancio de mi alma,
y su boca de mi boca,
me dispuse a enseñarle
que mi cara no se toca.

Mi cuarta mujer trofeo,
mi trabajo en el gobierno,
que ganas de mandarla
a esa perra al infierno.

Me conseguiré otra,
se la robaré a alguno,
y la usaré cuando quiera,
hasta que no me sirva más.

Lo mismo con tus cosas,
con tu hogar y con tu historia.
Si no me gusta lo que veo,
lo que escucho, lo que leo,
lo que toco o lo que intuyo,
lo moldeo a mi gusto,
o simplemente lo destruyo.

Vivo desde siempre
y hasta el fin de las eras.
Te prohíbo quejarte.
Soy el señor Tijeras

sábado, 22 de septiembre de 2012

Nunca conocí otro pueblo como ese. Allí, hacía tanto frío que para salir a la calle debías usar, como mínimo,  tres abrigos. La gente prácticamente se pasaba la vida adentro de sus casas. Las compras a los mercados se hacían una vez por mes, quedando las alacenas capaces de alimentar a varios regimientos de soldados,...cosa que efectivamente sucedía.
Por más extraño que parezca, no era raro ver grupos de gente del Ejército solicitar comida. Estaban en todo su derecho, pues la función que cumplían era vital. Protegían a los pueblerinos de los Mercaderes, comerciantes de abrigos de piel robados por ellos mismos. Se trataba de una red de crimen organizado que se intentaba combatir hace muchos años, sin éxito.
Corría un rumor escalofriante por el pueblo durante la época en la que lo visité. Se decía que los abrigos estaban escaseando, la demanda crecía, y para suplirla los Mercaderes secuestraban gente y la utilizaban como mano de obre en el tejido de los abrigos...y también como materia prima para la confección de los mismos. No era imposible: cuero y lana casi no había, y el cabello y la piel humanas son una excelente defensa contra el frío.
Era imposible no comprarles abrigos. Los necesitabas para sobrevivir y, sin embargo, no podías evitar sentir escalofríos al pensar que la vestimenta podía ser humana, y el humano podía haber sido un conocido tuyo. O al menos eso me decía la gente. Yo no tenía amigos en ese pueblo, simplemente había ido a controlar mis negocios, que estaban prosperando. No hablaré de ellos, me parece muy vanidoso que un narrador -¡y de la historia de un pueblo!- de detalles sobre su propia vida, que además no vienen a cuento.
Sí mencionaré que a un mes de mi llegada, todo comenzó a irse a pique. Mis empleados comenzaron a desaparecer, dejándome cada vez más preocupado. La peor parte era que yo, a diferencia de los ciudadanos, sabía donde estaban, pero ¿de qué me servía? ¿Cómo demonios iba a sacarlos de esa maldita cárcel?
Los soldados estaban escalando mucho en la captura de mis trabajadores. A las tres semanas ya se habían llevado a mi secretario personal y al gerente general de mi fábrica más preciada.
Era terrible. Por primera vez en años, tenía que ir yo mismo y dirigir personalmente los procesos. Había sido una mala decisión, después de todo, empezar con el nuevo proyecto.
Cuentan las malas lenguas que al quebrar me suicidé. La gente no sabe mi verdadera identidad, o más bien la del jefe de la mafia.
Se equivocan, yo sigo aquí, a la espera. El negocio pudo haber terminado, mi Invierno pudo haberse acabado, pero el ser humano siempre tendrá necesidades. Y las personas como yo existimos para aprovecharnos de ellos al máximo.
Ya encontraré algo más.

sábado, 28 de julio de 2012

En el país de los locos vivía tan solo un cuerdo. Se trataba de un hombre muy perspicaz, un gran matemático con mucho humor, que me ha pedido no revelar su identidad. Por ello, durante la historia lo llamaré simplemente por sus iniciales: P.I.

Aunque todo el país reía por la locura que los gobernaba, el que más se divertía era P.I.(o, abreviado, P), ya que se aprovechaba de las absurdas leyes que el rey sacaba cada tanto.

Estas solían ser estrafalarias, pero no tenían un gran impacto en la sociedad. Sin embargo, en verano de 1892 P encontró su oportunidad de oro al despertarse y ver en la calle una nueva regla, impresa en gigantescos carteles puestos por doquier, con una letra que hoy en día sería descrita como "COMIC SANS tamaño 320". Estos rezaban "2+2=3"... y el país tendría que rezar también para sobrevivir a lo que P haría.

Con la nueva igualdad tan desigual, muchos negocios se fueron a la quiebra, y no por los locos, que vivían en su propio mundo y no sabían aprovechar la situación, sino por el matemático quien iba, por ejemplo, a comprar cuatro radios y luego pagaba 3, pero argumentando que si 2+2=3 => 2-3=-2 =>-1=-2 => 1=2 y pagando la mitad.

Los empleados de los negocios eran incapaces de discutir esta lógica, y tampoco podían hacer caso omiso del decreto real, so pena de muerte.

Gracias al uso reiterado de este ardid, P. se hizo rico, pero todos lo odiaban profundamente y buscaban venganza. Comenzaron a trazar un plan para hacerlo caer, con el rey a la cabeza, quien recelaba de este hombre que podría llegar a competir en poder con él.

Después de varias reuniones hipersecretas, confidenciales, y nada fructíferas de las diez mil personas más representativas del país, el rey tomó conciencia de que no necesitaba un plan. Podía, siendo quien era, mandarlo a encerrar.

Y lo hizo.

P.I. fue sentenciado a 200 años al manicomio, y la ley original fue cambiada a 2+2=5, así el matemático no podría aprovecharse como había hecho con la anterior regla.

¿Esto detuvo al hombre brillante? ¡No! Después de varios días, pidió comparecer ante el tribunal y argumentó que, si 2+2=5, entonces esos 8 días que había permanecido encerrado equivalían a 10, por simples calcúlos. Con la misma lógica, esos 10 días equivalían a 12,5 días realmente.

Aplicando esto más de 100 veces, durante 8 horas y media, con suma paciencia logró demostrar que el tiempo que pasó desde que lo habían enviado al manicomio equivalían a los 200 años.

Los jueces suspiraron y no tuvieron más remedio que dejarlo libre. P.I. salió del manicomio al sol de la calle, primero sonriendo, luego riendo como un maniático, él, el más loco de todos.

domingo, 25 de marzo de 2012

La resurreción de la señorita del octavo "B"

- Por esa época yo vivía solo, en el segundo piso de uno de esos edificios que están sobre una pizzería o un Quini 6. Me acuerdo que Cris ya se había mudado con su novia porque la historia debió pasar en el 97’.

Trabajaba de lunes a jueves en el localcito que estaba en la PB – no me preguntes cuál era porque no tengo la menor idea. Si, sí, es raro que no recuerde pero es que hacía sólo tareas administrativas, y la verdad ese trabajo no me importaba en lo más mínimo.

El dinero lo gastaba en comida. En comida, y de vez en cuando en algún libro. Casi nunca salía. Esta biblioteca gigante que ves atrás mío es producto de aquellos años.

Uno de esos libros me lo había prestado Elena. A ver…ese, el rojo de tapa dura. Obviamente nunca se lo devolví. A ella la conocí un día en el ascensor. Me saludó, la saludé, y los 4 pisos que subimos juntos no dieron más que para hablar del nuevo tipo de facturas que vendían abajo…Ah! ¡Una panadería! “El Sol” se llamaba, y yo nunca trabajé ahí. ¡Lo de trabajar de esclavo del dueño de ese localcito vino después!

Bueno, resulta que pocos días de ese primer encuentro hubo otro. Y luego, otro más. Todos fugaces, algunos en el ascensor, otros en “El Sol”, pero poco a poco…comenzó a encenderse una chispita. Entre esos saludos y pequeñas charlas sobre el clima y Menem me empezó a gustar esa hermosa pelirroja…y creo que ella también me miraba.

Yo no me animaba a dar EL paso, pero a veces le convidaba algún vigilante. Y eso debía significar algo, ¿no? Yo pienso que sí, porque el 31, en la fiesta en la terraza de mi edificio, brindó conmigo.

¡No, no me besó! ¡Había demasiada gente! (Sí, te lo juro. De haber estado solos, de seguro habríamos terminado el año labio con labio) Además, ¿cómo querías que hiciera si Rafael estaba al lado? Rafael, su esposo, despistado. Bah, su…ex-esposo. La dejó viuda durante el incendio. Bueno, viuda no porque…

Estoy llegando a esa parte, no desesperes.

A mi no me importaba Rafael, nunca fui muy respetuoso del matrimonio (ajeno). Ya para mayo estaba demasiado enamorado de Elenita. Y cuando me asaltan esos sentimientos, las leyes morales se me vuelven medio difusas. Para mí la chica, o yo, tenemos algo de mágicos porque ese amor tan fuerte era sobrehumano.

El incendio fue en el ’98, en enero. Durante ese año la chica y yo habíamos tenido nuestros roces, nada físico pero ya estaba totalmente seguro de que yo le gustaba. Esa sonrisa que me ponía para pedirme un kilo de pan que le faltaba no se la ponía a nadie. Nos saludábamos con un beso en la mejilla ya. Había tardado un año pero por fin lo había logrado.

Ese horrible día Elena pasó al lado mío charlando con Rafa, sin mirarme siquiera. Nunca me había hecho eso. Nunca. Y me enojé, muchísimo. Nunca te conté: fui yo quien disparó el incendio. No pasa nada porque Ele nunca levantó cargos contra mí ni lo va a hacer, sabe que fue cosa de una vez.

Lo organicé todo como para que las llamas solo atacaran su piso, no quería que nadie – más – saliera herido. Tardaron quince minutos en darse cuenta, y pasado ese tiempo su palier estaba lleno de humo e insoportablemente caliente. Cuando abrieron la puerta el fuego (me gusta pensar que impulsado por la rabia que sentía) penetró en su departamento. Por lo que encontré después, me parece que ellos trataron de correr hacia la cocina buscando una fuente de agua pero después se decidieron por el baño. No llegaron, se desplomaron a mitad de camino. Y los cubrió mi venganza.

Cuando entré yo, con un extintor disparando ráfagas hacia todos lados, un rato después (la policía todavía no había llegado), los encontré a ambos muertos. Rafael estaba prácticamente…no voy a decirte en qué estado lo hallé, pero lo que sí te cuento es que agarré a Elena entre mis brazos y la llevé abajo, a mi propio hogar, a mi cuarto y la deposité sobre la cama. La besé en la boca, le limpié el hollín, y la cuidé. No me importaba que no estuviera viva, yo la sentía adentro de ese cuerpo, así que la mantenía limpia todos los días, le cambiaba la ropa. Ella parecía dormir mientras yo me tiraba en un sillón.

Pasaron varias semanas durante las cuales apenas salía de mi casa. Ni la policía ni los médicos me tocaron el timbre una vez (o si lo hicieron, yo estaba tan en otro mundo que nunca escuché). Clausuraron el octavo piso y el ascensor, que se había roto, y poco a poco las cosas volvieron a la normalidad. Hasta para mí: tener a Ele en la cama ya se había convertido en una rutina.

Un día fui al baño y la encontré en otra posición. No le di mucha importancia, pero este extraño evento comenzó a repetirse con el tiempo. Tardé mucho en entender que se estaba moviendo. Y la alegría no me llegó hasta que la vi abrir los ojos, el 25 de octubre, nuestro aniversario, confusa, pero no asustada.

Ella no recordaba nada de lo que había acontecido, ni de su vida pasada. Le expliqué todo, con honestidad, pero no me golpeó (yo tampoco esperaba que lo hiciera). Simplemente se quedó mirándome con un poco de afecto. Y entonces la besé, por segunda vez en mi vida. Sentí un pequeño calor proveniente de sus labios, y eso marcó el comienzo de nuestra relación.

Ele nunca me guardó rencor por lo sucedido. Dice que lo que pasó en vidas pasadas ya pasó, y se dedica a disfrutar de esta nueva oportunidad. Yo a veces me pregunto por qué despertó. Me gusta pensar que es por el amor que le tenía, sólo interrumpido por un momento de gran enojo. Y de todas formas, haberle prendido fuego el departamento es lo que hizo que estuviéramos juntos. Así que creo que hice bien. Mirá, ahí viene mi adorable esposa.

-¿Querés más café, amor?

sábado, 25 de febrero de 2012

Cosas

Los padres de familias numerosas se agotan al educar a tantos hijos. Por eso, repiten sus fórmulas de éxito. No les importa que la época haya cambiada. No ven que su hijo Nº17 tal vez sea diferente a los otros, y necesite ser tratado de otra manera. Si todos los demás sobrevivieron y se insertaron bien en la sociedad, entonces el sistema funciona. Se olvidan del por qué de cada decisión que toman- total "tu hermano no hacía eso", "él no salía de noche nunca a tu edad", "ella no tuvo novio hasta los veintiséis!".

Y así funciona también en otros aspectos para las personas. Cada vez que eligen, buscan casos similares que ya fueron solucionados. No digo que esté mal - muchas veces sirve: esto de pedir consejos a gente con experiencia es casi fundamental a la hora de salir de viaje, iniciarse sexualmente, comenzar un proyecto diferente y nuevo.

A lo que quiero llegar es algo bien sabido: lo desconocido obviamente da miedo, y la gente, para dejar de tenerlo, hace que deje de ser desconocido, siguiendo un camino ya tomado.

Lo más fácil es siempre lo más cómodo, pero viene con cosas negativas:
En algunos casos, como dije al principio del texto, las consecuencias recaen sobre los hijos.
En otros sobre nosotros mismos ¿Dónde queda el disfrute de lanzarnos a lo desconocido? ¿De ir sin estar preparado?

El progreso logró que la información se globalice, pero eso no nos tiene que sacar el placer de buscar y descubrir un bar cualquiera caminando a las 2 de la mañana, por el barrio, sin haberlo buscado previamente en internet.

domingo, 5 de febrero de 2012

El hombre

Con la cabeza casi pegada al inodoro, la frente cubierta de un sudor frío, el hombre vomitaba.
Vomitaba y se libraba de Rosa, de la frustración por no haberse graduado, del sentimiento de impotencia que muchas veces lo asaltaba. También se le iba un poco el vodka del cuerpo, mezclado con esa mina que lo había dejado, asqueada, a los 3 días de empezar a salir con él.
Tosió, y luego volvió a desechar su horrible extrañar su niñez que sentía por las noches, nadie le había dicho que la vida adulta era tan difícil.
Y mientras vomitaba la muerte de su viejo, dos lágrimas cayeron al agua.
Tiró de la cadena, se lavó la cara, y fue a buscar más bebida.

Cosas

El ser humano, actualmente, vive a destiempo. Sin embargo, en la Antigüedad, todo tenía más sentido: nacías y crecías dentro de un cuerpo débil, pero al alcanzar la madurez intelectual, la experiencia de vida suficiente para entender un poco más las cosas, luego de cometer incontables errores, recién en ese momento Dios te proveía del vigor que hoy en día se tiene entre los 20 y los 40 años.
En el pasado no existía este chiste de morirse justo cuando empezabas a entender. Disfrutabas de cierto tiempo para usar lo que habías aprendido de la experiencia.
Que suerte que la medicina tal vez logre que, en un futuro, uno siga siendo joven de viejo. La cirugía plástica definitivamente logra que lo parezcamos.

lunes, 30 de enero de 2012

Me duele una muela

Me duele una muela. No sé, tal vez mi dolor no sea tan físico, no sea una carie en sí misma, sino represente algo...
Desde hace unas semanas estoy pasando por algo muy difícil de superar, capaz sea eso. Y canalicé mi angustia a través de mi diente.
Dios, no creo que se me vaya tan rápido. Yo, una persona tan alegre que'ra, tener que entender que la humanidad tiene un núcleo tan negativo! Tantas esperanzas tenía puestas en el futuro. "Estamos aprendiendo" pensaba, pero no, para nada. Jesús ¿Jamás maduraremos?
Tengo miedo. Ojalá mis nietos vean un mundo feliz y calmo (aunque no tanto como el de Aldous, por favor!). El presente es caótico. Nadie sabe como va a terminar todo, pero creo que lo peor está por llegar... ¡Maldita ley SOPA!
También me duelen los pies.

Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no

El rey se despertó de mal humor y mandó a matar a la familia del cocinero. La comida de la noche anterior le había sentado mal.
Se calzó las sandalias de cuarenta mil dólares de Indonesia y solicitó que llamaran a su criada principal, a la que ordenó que le llevara el desayuno. Se comió una parte y luego los lacayos tiraron el resto.
Se metió en el baño real, donde lo esperaban una docena de personas, hombres y mujeres, para asistirlo con la ducha matinal. Al harén no entraría ese día.
Media hora más tarde, salió. Mientras se dirigía al trono real, alguien le avisó que habían matado a un loco; este había ofrecido resistencia al arresto.
Llegó, se sentó, y comenzó a gobernar.
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Ferrán se levantó a las seis de la mañana y fue al baño. Usó la hoja de afeitar, orinó. Luego salió y comenzó a preparar el desayuno. Lo probó y sonrió, orgulloso de sus dotes culinarios.
Al terminar lo llevó a la mesa, se sirvió un poco y le dejó el resto a su familia - sus hijos se levantarían dos horas más tarde y su esposa recién al mediodía.
Entró a la cocina y comenzó a dirigir la preparación del desayuno real, atento a cualquier error.
Huevos: revueltos, pasados por agua, fritos, con panceta, hervidos y pisados. Pasteles: de queso, de crema, con merengues, con pasas, con frutillas, todos solo para acompañar a otro, mucho mayor, importado. Frutas solas: manzanas, naranjas, uvas tiernas, duraznos, arándanos. Tartas de todo tipo. El jugo de frutas lo exprimió a último momento.
El cocinero ya no se sentía tan condenadamente hambriento cuando cocinaba para el rey. Antes robaba comida a escondidas, hasta que lo encontraron y casi le cortaron la cabeza.
Sin embargo sintió una ligera decepción cuando envió el desayuno al rey. Sabía que solo la centésima parte de esa comida sería aprovechada.
Volvió a su cuatro dentro del palacio real, a dormir una siesta, descansar un rato. Para la preparación del almuerzo faltaban un par de horas. Tuvo que tomar un camino mucho más largo para regresar, porque el palacio estaba ya activo y estaba prohibido que la servidumbre fuera vista caminando entre los funcionarios.
Llegó a su puerta. Rota. Forzada. Entró, todo revuelto. Llamó a gritos a su familia. Nada, nada. Gritos, cada vez más inconexos, eran suyos?
Salió afuera corriendo, llorando. Dos guardias afuera lo esperaban. Le explicaron la orden del rey ¿Esperaban que entendiera y permaneciera calmo? No lo iba a hacer. Los empujó y se lanzó...a matar a ese hijo de puta con corona. A romperle la crisma, la cabeza, ahogarlo, lo que sea.
Imposible envenenarlo: los catadores siempre probaban su comida. Mejor ahora, con la sangre aun caliente latiéndole en su cabeza.
¿Realmente pensaba que iba a poder matar al rey? Todavía estaba a siete pasillos del trono cuando lo capturaron entre cinco y lo llevaron a rastas hasta una sala oscura. Lo hicieron agacharse y apoyar la cabeza. De un hachazo se la cortaron mientras el rey mordía, justo en ese momento, una manzana.