domingo, 26 de septiembre de 2010

La primavera

Fue 21 de septiembre, y un Dios inexistente envió la primavera al mundo. El rayo, luego de pasar primero por los países de economía central, llegó a Argentina. Se extendió (tal como se bifurcan las ramas de un nogal, un abeto, pero nunca un ciprés) por todo nuestro país, hasta pasar por Buenos Aires.

Esquivando estudiantes enamorados, y alumnos alcoholizados, revivió a las plantas del Jardín Botánico. El individuo de azul que coordinaba al tránsito en este día laboral tan complicado se asombró cuando el pasto comenzó a crecer a sus pies hasta cubrirle las orejas.

Un hombre creyó ver el ruido que la primavera hizo al deslizarse como centella para destruir los últimos vestigios del invierno en Plaza Flores, pero era sólo un efecto secundario de algo que no se acordaba ni que era.

Le cerró la puerta en la cara al invierno, al que todos temíamos que se quedara después de la fecha límite. Le costó, pero luchó incansablemente para ganarle. Luego de esto, se mostró a la gente, para recibir sus merecidos aplausos. A los chicos ni les importó, ni sabían si era la primavera, o si un prócer había muerto defendiendo nuestra patria: era un día feriado, faltaban al colegio, y punto final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario