El proceso creativo de un hombre sin alma es realmente bizarro: al no poder recurrir a la suya propia, va a un bar concurrido, pide un café negro, y sumerge su sentir en las almas de los que sí tienen. No olvidemos que los desalmados poseen una habilidad consuelo: una empatía superior a la general.
El creativo roba, entonces, las emociones que embargan a los bebedores del establecimiento, las cocina, y de la mezcla saca una historia llena de palabras que no entiende realmente.
Por suerte, de estos seres hay pocos. La mayoría de nosotros tiene un alma, descubierto como se sabe (o más bien sabía) por R. Blake hace unos veinte años. Esto debería haber cambiado a la humanidad para siempre. Pero no lo hizo.
Sí hubo, no obstante, una algarabía inicial. Opresores sin alma y oprimidos con ponían a la gente a pensar en una Justicia Divina, pero luego parecía que un Dios, de existencia cada vez más probable (y desalmado, en sentido figurado) se reía en nuestras narices.
En efecto, el descubrimiento de que naciones enteras no tenían alma fue monstruoso. ¿Tenía Dios, entonces, realmente, pueblos elegidos? Esa es una cuestión más metafísica, que raya en la especulación y la superstición, y no es objeto de este texto examinarla. Denunciaré, sin embargo, algo más trascendental y real: la lenta desintegración de ese país, otrora un imperio, situado en el sur de Europa. Sus habitantes, al saberse desalmados, perdieron todo nacionalismo y se dispersaron por el mundo, creyendo que la razón de su mal quizás era tan solo geográfica. Pronto el territorio se convirtió en un gigantesco pueblo fantasma, con carreteras vacías, quedando las fieras como dueñas del país. A ellas no les importan las cuestiones eternas.
¿A dónde iría el mundo a parar? pensaban algunos.
¡Se acabará la civilización! exclamaban otros.
¡Se acerca el Mesías! etc etc.
Pero todo lo que sube baja. Poco a poco (y no creo ser un conspiracionista al teorizar que esto tuvo causas políticas) desaparecieron de los medios las noticias referentes al alma; las secciones en los libros de ciencia que trataban el tema se fueron haciendo cada vez más parcas; el viejo R. Blake fue asesinado - dicen. Una manipulación de tal magnitud requirió la astucia de varios líderes mundiales. Pocos - heme aquí por poner un ejemplo - nos dimos cuenta de la casi artística censura que limpió al mundo de tan problemático saber.
Por medio de este texto, yo, desalmado y aun así enfrentando el temor al asesinato, denuncio lo ocurrido. De todas formas, ya es tarde; no seré escuchado. Los humanos ya dejamos de interesarnos por lo infinito que vive adentro nuestro; el sexo volvió a encontrar su lugar en el centro de nuestro universo.