sábado, 28 de julio de 2012

En el país de los locos vivía tan solo un cuerdo. Se trataba de un hombre muy perspicaz, un gran matemático con mucho humor, que me ha pedido no revelar su identidad. Por ello, durante la historia lo llamaré simplemente por sus iniciales: P.I.

Aunque todo el país reía por la locura que los gobernaba, el que más se divertía era P.I.(o, abreviado, P), ya que se aprovechaba de las absurdas leyes que el rey sacaba cada tanto.

Estas solían ser estrafalarias, pero no tenían un gran impacto en la sociedad. Sin embargo, en verano de 1892 P encontró su oportunidad de oro al despertarse y ver en la calle una nueva regla, impresa en gigantescos carteles puestos por doquier, con una letra que hoy en día sería descrita como "COMIC SANS tamaño 320". Estos rezaban "2+2=3"... y el país tendría que rezar también para sobrevivir a lo que P haría.

Con la nueva igualdad tan desigual, muchos negocios se fueron a la quiebra, y no por los locos, que vivían en su propio mundo y no sabían aprovechar la situación, sino por el matemático quien iba, por ejemplo, a comprar cuatro radios y luego pagaba 3, pero argumentando que si 2+2=3 => 2-3=-2 =>-1=-2 => 1=2 y pagando la mitad.

Los empleados de los negocios eran incapaces de discutir esta lógica, y tampoco podían hacer caso omiso del decreto real, so pena de muerte.

Gracias al uso reiterado de este ardid, P. se hizo rico, pero todos lo odiaban profundamente y buscaban venganza. Comenzaron a trazar un plan para hacerlo caer, con el rey a la cabeza, quien recelaba de este hombre que podría llegar a competir en poder con él.

Después de varias reuniones hipersecretas, confidenciales, y nada fructíferas de las diez mil personas más representativas del país, el rey tomó conciencia de que no necesitaba un plan. Podía, siendo quien era, mandarlo a encerrar.

Y lo hizo.

P.I. fue sentenciado a 200 años al manicomio, y la ley original fue cambiada a 2+2=5, así el matemático no podría aprovecharse como había hecho con la anterior regla.

¿Esto detuvo al hombre brillante? ¡No! Después de varios días, pidió comparecer ante el tribunal y argumentó que, si 2+2=5, entonces esos 8 días que había permanecido encerrado equivalían a 10, por simples calcúlos. Con la misma lógica, esos 10 días equivalían a 12,5 días realmente.

Aplicando esto más de 100 veces, durante 8 horas y media, con suma paciencia logró demostrar que el tiempo que pasó desde que lo habían enviado al manicomio equivalían a los 200 años.

Los jueces suspiraron y no tuvieron más remedio que dejarlo libre. P.I. salió del manicomio al sol de la calle, primero sonriendo, luego riendo como un maniático, él, el más loco de todos.