martes, 28 de septiembre de 2010

Entrada de un Diario

Eran las 17:30 cuando terminó el último bloque de la tarde. La hora de inglés había pasado tan lenta que pareció que había durado tres semanas y media; no había ni siquiera un mosquito allí para observar su interesante vuelo.

Mientras pensaba en todo esto, y tratando de acordarme que materia había tenido a la mañana (y fracasando estrepitosamente), bajé las escaleras - gracias a Dios no teníamos clase en un subsuelo, estaba tan cansado que me habría quedado a dormir en el colegio con tal de no subir catorce escalones.

Como todos saben, el tiempo es relativo. Mientras una explicación sobre las causas de la Batalla de los Cien Años puede parecer que dura tres extenuantes horas, podría jurar que, aunque sólo charlé cinco minutos con unos amigos, cuando llegué a planta baja y volví a mirar mi reloj eran las 17:50. Fue en ese momento cuando me di cuenta que el día siguiente no sería feriado.

Empecé a caminar con un amigo tratando de evitar a esas zapatillas con cabeza que eran los chicos de 6to grado que venían a visitar ORT, atrapados por la promesa falsa de la supuesta disponibilidad ilimitada de Laptops y Palms durante horas de clase.

Finalmente, después de esperar aproximadamente tres semanas el colectivo que iba a venir lleno, lo vi venir, resplandeciente, en el horizonte. Protegido por la mirada de un guardia desarmado (contratado por la escuela), me subí, sabiendo que estaría despierto en mi casa por cinco minutos, durmiendo otros diez, y luego empezaría otro maravilloso día.

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