miércoles, 19 de febrero de 2014

Duro

 St Gallen no fue un sabio, no fue un hacedor de milagros, no se sacrificó por la humanidad.
 Sin embargo, la historia lo sabe un santo por todo lo que no hizo. Nunca levantó su mano en contra de alguien, no tenia manos. Nunca miró a otro con desdén, era ciego. Sordo como si las palabras necias no pudieran enervarlo, mudo como tantos mártires que murieron llorando en silencio, todos los latidos del corazón de Gallen fueron positivos. O tan positivos como pueden ser los de una roca perdida en el medio de la nada que un loco lindo encontró en su distancia y decidió adorar, pues es tan humano sufrir y llorar y odiar que nadie puede escaparse de ello, ni siquiera los santos de verdad.
 St Gallen es lo más honesto y puro que se puede encontrar aquí. Sólo se lo puede comparar con otros pocos millares de piedras anónimas que adornan los caminos verdes y las orillas del lago de este pueblo llamado en honor de nuestro santo de piel grisácea y corazón invisible e inmóvil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario