lunes, 4 de octubre de 2010

Loop

Siempre era lo mismo. Se despertaba, desayunaba tres tostadas con mermelada, apurado, porque estaba tarde, salía y, mientras bajaba el ascensor, se ajustaba la camisa y la corbata.

La tormenta, sin llegar a ser terrorífica, lo dejaba hecho una sopa ni bien ponía un pie afuera del edificio. Corriendo y sin paraguas (apenas la capucha del impermeable), llegaba a la parada y se perdía al colectivo por unos pocos segundos.

Refunfuñando, se paraba bajo la protección de un techo, y sacaba Rayuela de su mochila. Justo en ese momento se ponía a llover de lado, y el libro quedaba estropeado por el agua.

Ya más enojado, trataba de distraerse mirando a los autos pasar. A veces un desconocido que esperaba la misma línea que él se le ponía a hablar; en ese caso, él se mostraba simpático, aunque sabía que la persona, en algún momento, diría algo completamente irracional y se iría corriendo. Un día estaba hablando con una anciana de origen japonés acerca del tiempo, y ésta le dijo de repente que se había dejado la puerta de su dormitorio abierta, y desapareció. Otra vez, un hombre puso como excusa que se había olvidado el sombrero en sus otros pantalones, y a éstos, en la lavandería. El caso que más le sorprendió fue un adolescente, que a los treinta segundos de charla, mientras el chico le relataba como había salido el partido de Boca, su voz fue subiendo de tono hasta alcanzar un nivel insoportable, y para cuando el hombre abrió los ojos y se sacó las manos de las orejas, ya no estaba.

Al final terminaba llegando el colectivo. Se subía, uno veinte, el colectivero preguntaba hasta dónde, uno veinticinco entonces, porque no se acordaba exactamente. Iba hasta el fondo, aunque no hubiera asientos. A los diez minutos ya se empezaba a impacientar y miraba afuera, tratando de ver, a través de la niebla, cuándo se tenía que bajar.

Y siempre pasaba lo mismo: descendía del colectivo, y justo cuando iba a entrar al edificio, cuando iba a averiguar el sentido de su viaje, de su vida, se despertaba de nuevo. Castigo de Dios.

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