martes, 5 de marzo de 2013

Raya y punto

 Jack trabajaba casi doce horas diarias en una aburrida oficina (que se podría calificar de subterránea) situada en el undécimo piso de una torre casi desprovista de ventanas; al tener que mantener a toda su familia - sus cinco hermanos mucho más pequeños, su madre embarazada again y su padre no, no estaba él, no importa por qué - no podía esforzarse menos; eso le molestaba, pues sabía, sin poder hacer nada al respecto, que no iba a poder ir a la universidad a estudiar Arte: ya sé que eso te encanta, y lo que a mí me encanta es que seas feliz, pero tenés que ayudar hasta que John cumpla trece al menos, le decía la madre siempre, siempre elevando la edad a la que su hermano tenía que llegar cada vez más, cosa que le molestaba también, pues parecía que sus obligaciones no fueran a acabar nunca, pero cómo iba a saber que quince años después luego del accidente con la moto su hermano iría a visitarlo todos los días, llevándole comida, libros, cariño y conversación, charlas interminables sobre lo buena y linda que eras y por qué no se casaron, de nuevo volver al tema, una pareja perfecta, se separaron de repente, tal vez postrado en la cama Jack lo escucharía sin ponerse nervioso, estás tan solo hermano, por qué no la llamás basta John dejame en paz, por última vez te lo digo, pero insistir y la súbita pelea vidrios rotos, un hermano tirado en la cama, el otro en el piso, sólo uno moviéndose pero con sangre en las manos. Qué se puede hacer, así es la vida.

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