jueves, 16 de diciembre de 2010

En mi mundo natal

En mi mundo natal, la energía solar era emitida por nosotros, las personas. Bueno, realmente no debería decir “personas”, nuestra autodenominación era otra (pero no puedo transcribirla por las propias limitaciones del habla humana).

Debíamos aprovecharla al máximo porque no conocíamos las ventajas de la energía eólica, nuclear, o de vuestro famoso, aunque ridículo combustible fósil supercontaminante. Lo único que llegábamos a entender era que nuestra felicidad era absorbida de algún modo por esas omnipresentes Máquinas, que cargaban así las baterías de todo, como nuestras “naves”.

Se afirma que el cuerpo humano es un misterio. Pregunto yo: ¿no es un enigma mayor que la energía solar solo fuera producida cuando lo que ustedes tienen en forma de serotonina fuera secretado por nuestras glándulas? No quiero saber por qué el Todopoderoso nos hizo así; su Plan es perfecto e incuestionable, sin duda alguna.

Para aprovechar al máximo esta especie de bio-combustible, el Gobierno Central decretó una ley en el Momento 2,493828172727129129e+43 que forzaba al ciudadano común a asistir a diferentes eventos diarios. Y de ese modo comenzó mi rutina obligatoria. Debía escuchar varias veces al día una selección de los mejores chistes, ir al circo una vez por mes, así como el cine. Otras actividades recreativas se volvieron gratuitas también (nuestros deportes autóctonos, los cuales no voy a describir, lugares para ir a bailar y cantar).

Al año de esa ley comenzaron a haber apagones repentinos en la ciudad. El gobierno, entonces, abandonó toda pretensión, y abolió los matrimonios. Según científicos, el 57% de las parejas se peleaban, y eso debía ser corregido. Fue obligatorio cantar en la ducha, así como consumir glucosa en el desayuno.

La droga lentamente se legalizó. Vivíamos en un mundo de constante despreocupación, llenos de distracciones, pero no realmente contentos. Nuevamente el gobierno se había equivocado. La emisión de energía bajó un 50%; sólo podíamos usar artefactos eléctricos dos horas por día, lo que irónicamente nos ponía menos felices. Nuestro mundo se estaba derrumbando por haber querido aprovechar más la energía gratuita, ilimitada y definitivamente involuntaria que salía de nosotros.

Huí a la Tierra hace exactamente dos años hoy. Vivo tranquilo en mi pequeño departamento con total libertad para decidir que pensar. Mi cuota de luz es muy baja, e incluso a veces no necesito tocar un interruptor para dar energía a la habitación.

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