Había
una vez un joven que escuchaba a Spinetta y escribía sobre cosas imposibles, y
luego se iba a volar. Había también otra joven que volaba pero para atrás. No
tardaron en chocarse, sin querer queriendo, medio riendo, medio llorando.
Se
hicieron amigos, el joven se enamoró, la joven no. Viajaron juntos a la cabeza
de cada uno, y a una playita del Interior. Mezclaron sus mundos, que siendo tan
distintos habían engendrado a dos personas de miradas muy parecidas.
Durmieron
juntos en camas separadas y en la misma cama, sin tocarse ni las manos, pero
con las respiraciones sincronizadas.
Amaron
a la misma persona, porque ni el protagonista de un cuento tiene tan sólo un
interés romántico.
Lloraron
sobre una semilla de la que nació una flor ya muerta. Ambos tenían un algo muy
oscuro dentro, que sonreía cuando abrazaba al monstruo del otro.
Compartieron
demonios, casa, libros, vuelos, angustias, música, incontables risas.
Se
mataron juntos, no habiéndose dado jamás un beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario