martes, 28 de octubre de 2014

Hospitales I (Isidoro)

 ¡Oh! El hospital. Laberíntico infierno frío e iluminado, donde con suerte, sólo por unas horas, nos olvidamos del olvido, y la muerte se nos presenta en forma de cuerpos maltrechos, de miedo al contagio, de angustia y dolores nuevos. Otros pensarán al cuerpo como un aparato siempre arreglable, y acuden al service, le cambian el aceite tetas nuevas pastillitas y adiós, pero yo sé, ah, yo sé que esto se acaba; tal vez no hoy, y ojalá no mañana, pero sin duda un día te despertarás y en vez de espantarte por esas formas desgastadas que te sorprendían en tus escasas visitas al averno, serás uno de ellos.

 Más que asiduas apariciones por el hospital, vivirás el horror de vivir allí. Lentamente irás perdiendo el control a medida que pasan las décadas, y llegará el momento en que comprenderás que la maldición que nos golpeó no era todo lo contrario, como solías pensar.

Atrapado en tus huesos, querrás por fin liberarte y visitar los cielos, pero no, pasarás la eternidad entre estas cuatro paredes, sin mover un músculo, sin músculos, sólo mente, sólo polvo, solo, encerrado en un infierno y deseando haber terminado más abajo, en el verdadero.

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