lunes, 23 de junio de 2014

 Desmoronábanse los lípidos de la torre que eras en toda tu desbelleza, crujían tus vidrios y saltaba el tuétano de tu esquelética sonrisa, de tu horrenda plenitud, de tu igual de tremenda planicidad.
 Buscás encajar en cada molde que te imponen, que te regalan en opiniones, que te venden en las revistas, en la pantalla, detrás de la vidriera.
 Y te venden también a vos, y te das cuenta. Y, ansiosa por que te compren, llegás incluso a bajar tu precio, o rogás en secreto a tantos amigos por mejores reseñas, y no te das cuenta que podés no venderte, podés ser dueña de cada pedazo tuyo, y así serías sólo una, ni más ni menos, suficientemente toda como para vivir en paz, comiendo-bailando-pinchando-leyendo-riendo-llorando-escribiendo sólo lo que vos quieras, quemando libros a lo Montag si lo deseás, pero no para otros, suprimiendo de una vez por todas ese instinto tan grabado en nuestras entrañas que es necesitar validación, ofreciendo tus valores y ofreciéndote a gente que te intercambia por la misma aceptación tanto de otros seres más grandes y poderosos como la tuya misma, quedando todo podridamente conectado en un angustioso círculo de baja autoestima.

domingo, 15 de junio de 2014

Relato de un náufrago

                Había una vez un joven que escuchaba a Spinetta y escribía sobre cosas imposibles, y luego se iba a volar. Había también otra joven que volaba pero para atrás. No tardaron en chocarse, sin querer queriendo, medio riendo, medio llorando.

                Se hicieron amigos, el joven se enamoró, la joven no. Viajaron juntos a la cabeza de cada uno, y a una playita del Interior. Mezclaron sus mundos, que siendo tan distintos habían engendrado a dos personas de miradas muy parecidas.

                Durmieron juntos en camas separadas y en la misma cama, sin tocarse ni las manos, pero con las respiraciones sincronizadas.

                Amaron a la misma persona, porque ni el protagonista de un cuento tiene tan sólo un interés romántico.

                Lloraron sobre una semilla de la que nació una flor ya muerta. Ambos tenían un algo muy oscuro dentro, que sonreía cuando abrazaba al monstruo del otro.

                Compartieron demonios, casa, libros, vuelos, angustias, música, incontables risas.


                Se mataron juntos, no habiéndose dado jamás un beso.