domingo, 9 de marzo de 2014

Carta para Andy

Andy, viste que los cuentos de Cortázar parecen que estuvieran en una escala mayor, como si fueran una improvisación de cinco minutos, un soliloquio en Sol Mayor con ninguna segunda guitarra de fondo, y que finaliza con la nota de Sol. Ese clímax, esas últimas tres notas que muchas veces parecen una escalera al cielo, un orquestado E-F#-G y que nos dejan con una sensación orgásmica de bienestar y un amor incondicional hacia Julio es lo que uso para justificar mi clasificación de todas las canciones de Cortázar (o casi) en cuentos en escala mayor.
 Saramago hace algo parecido, solo que sus peroratas-capítulos son tan largos que si no termina con la tónica dan ganas de resucitarlo y pegarle un tiro.
 Para mí, sin creerme Cortázar (soy más joven!), también escribo en escala mayor, salvo tal vez el jugo de lúcuma que subí recién. Ese está en menor: termina medio de repente y no tiene mucho el sentido el final, ni el principio. Es un píccolo disonante y los espacios entre las frases hacen que parezca que la canción modula.
No sé, capaz el cuento o lo que sea que es no está en ninguna escala; tal vez sean solo palabras unidas entre sí.
 Capaz las historias no estén en un tono, y la música y la escriturs no tengan nada que ver. O, tal vez, sí.
Un abrazo,
Billy

Gazpacho y lúcuma

 Los autos de Nápoles son monstruos de mirada torva, feroces como pocos. No dudan en mostrar los dientes si uno está demasiado cerca e incluso pueden pegarle un tarascón al valiente tonto que les sostiene la mirada.
 Pasan por alto las intenciones de la persona que conducen; es un milagro que la lleven a su destino. Muchas veces se detienen a charlar e incluso a luchar por una víctima que no quieren compartir.
 Escribo estas líneas mientras un coche termina de devorarme, y mientras muero pienso en las oportunidades que perdí por pensar demasiado, y en las que me hicieron crecer por sentir más que soñar.
 Nápoles no está sólo lleno de bestias; también abundan únicas muchachas de pelo corto y corazón contento, que no pueden evitar reír tímidamente en italiano.
 Más feroces que un auto en celo, la experiencia de ser atropellada por una de ellas queda grabada con fuego y, sin embargo, el animal que me exprime me quita menos sangre que tu forma de mirarlo a él. Qué se le va a hacer, mujer; un beso tuyo bien vale cuatro ruedas de una venganza tana.