viernes, 21 de enero de 2011

Carta

Estimado Sumo Pontífice:

Me extraña y horroriza haberme despertado de mi largo descanso y que, en pleno siglo XXI, en medio de un desarrollo tecnológico increíble, que raya en lo mágico, más de la mitad de la población mundial crea firmemente que Dios es el Gran Creador del Mundo y del Universo. Agradezco que la Inquisición no haya resurgido, aunque parece que la religión sigue teniendo un peso demasiado importante en el mundo, y ocupa un espacio enorme y asfixiante dentro del cerebro de las gentes, impidiéndoles pensar como deberían.

No hay pruebas de qué pasó hace millones de años. No sabemos como murieron los dinosaurios, ¿cómo podríamos siquiera vislumbrar el comienzo de una respuesta a la gran interrogante que carcome a la humanidad? Ustedes le dan una respuesta a sus adeptos que podría haber sido sacada de un sombrero de proporciones bíblicas, lleno de papeles con cientos de otras teorías semejantes, y piden que nosotros tengamos Fe. Todo está escrito en la Santa Biblia, y esta fue escrita por nuestro Señor, así que es verdad.

¿No lo nota? La mentira se alimenta de sí misma. Admiro, sin embargo, a la Iglesia. Es un sistema perfecto, invencible, inmortal. Una Hidra de Lerna.

Se justifican diciendo que necesariamente hay algo infinito: al mirar para atrás en el tiempo, siempre tuvo que existir algo antes. Y ese algo no tuvo comienzo. Siempre estuvo ahí. Y se llama Dios.

¿Y si el tiempo es cíclico? El universo termina, y vuelve a empezar. Entonces el universo es perpetuo y nadie lo creó ¿Es el universo Dios?

También podemos ser un experimento de ciencia de algún ser que vive en un mundo que a su vez es el experimento de otro ente y así sucesivamente. Y en esa teoría no interviene ningún Creador barbudo y resplandeciente con forma humana. O, por qué no, Dios nos creó a todos, pero su forma física no es la misma que, sorpresa, la raza dominante.

No sé. Tal vez tengan razón, tal vez no. Yo, prefiero no poder dormir cada noche haciéndome siempre la misma pregunta a, como usted, vivir tranquilo y sedado por lo que ustedes llaman Cristianismo.

Friedrich Nietzche.